lunes, 4 de diciembre de 2017

La segunda clave: influir exitosamente





El ejecutivo como referencia


               

El dicho “La palabra convence, pero el ejemplo arrastra” es tan claro como acertado.  Decimos con ello que el líder se convierte en una referencia para quienes lo siguen, una referencia que los guía, los alienta y les da la certeza necesaria para superar los momentos más críticos de cualquier grupo. El ejemplo inspira a los colaboradores y, para el líder, éste se convierte en una forma duradera y efectiva de influir positivamente en ellos.



De niño fui boy scout y en un momento de mi desarrollo en el movimiento escultista, que así se le denomina, logré ser subguía de uno de los pequeños grupos a los que se les llama patrullas. Una de mis funciones implicaba que, en la ausencia del guía, yo dirigiera a ese equipo en las actividades que se realizaban en conjunto con los otros.

En cierta ocasión, el guía de mi patrulla faltó y por primera vez me correspondió suplirlo durante toda esa jornada. Mi equipo, llamado Águilas, se componía de los chicos más jóvenes y, por tanto, de los que menos habían embarnecido. Este aspecto se volvió importante durante un ejercicio que consistía en apoderarse de un gran bastón que sostenía el banderín de honor. Nos tocó lidiar contra los Búfalos, quienes eran los más robustos de entre todos los chicos. Cuando les expliqué a mis compañeros que se trataba de correr por turnos, tomar aquel bordón y regresar corriendo lo más rápido posible con él hasta nuestro punto de partida, todo mundo lo vio fácil, hasta que les dije que cada miembro del otro equipo intentaría lo mismo que nosotros de forma simultánea. La cara de cada niño se dirigió de inmediato hacia el rival que les tocaría para confirmar que al menos había entre 10 y 15 centímetros de diferencia en las estaturas, y también en las musculaturas. Ninguno estaba más espantado que yo, pues, además de lo anterior, yo tenía el primer turno y las miradas de todos hacía mí oscilaban entre la incredulidad a mi temporal investidura y la conmiseración ante tal reto.

Cuando miré a Rodrigo, quien era el más alto y más fuerte y mi contrincante, suspiré; más bien, resoplé. De pronto, antes de empezar, no sé cómo ni por qué, pero sentí una extraña mezcla de amor propio con una descarga de valentía irracional, y aceptando lo temerario de la acción, salí disparado ante la señal de arranque. Mi única ventaja era la rapidez, pues el otro era terriblemente pesado. Así, logré tomar primero el bordón, y una sonrisa se dibujó en mis labios ante tal hazaña, pero cuando empecé a correr de regreso, sentí una verdadera tenaza en uno de mis brazos. Rodrigo me detuvo en seco y yo caí como un saco de huesos; luego tomó el bordón con ambas manos para intentar llevárselo, pero para su sorpresa, yo no lo había soltado. Él empezó a jalonear con una fuerza que yo sentía descomunal, pero ni así dejé el bordón. Desesperado ante mi terquedad, optó por una medida sencilla: empezó a arrastrarme hasta llegar a su punto de partida. Así los Búfalos lograron ganar el primer punto. Yo quedé completamente raspado y maltrecho tanto en mi flacucho cuerpo como en mi juvenil orgullo.

Las risas de los Búfalos siguen retumbando aún en mis oídos, pero también conservo en mi mente las miradas de orgullo de mi patrulla y del resto de los presentes. Pero hubo más: de manera inusitada, uno a uno de mis compañeros de equipo repitió la hazaña, si es que se le puede llamar así. Las risas de los Búfalos callaron y el grito de “Águilas siempre, hacia las cumbres” no necesitó de ninguna puntuación para hacernos sentir los genuinos vencedores de ese desafío.





Usted no debe olvidar jamás que el ejemplo es el más poderoso instrumento de liderazgo.

Fragmento del libro
Gómez, J. (2017).Genoma Ejecutivo: Más allá del liderazgo. México: Coaching transformacional M.R. 

 




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